Mis talleres de pintura abstracta: Perdiendo el miedo al lienzo en blanco
Llevo ya muchos años comprobando cómo el juego de la pintura abstracta nos arrastra fácilmente a un estado emocional positivo.
La inmersión en la experiencia de pintar un cuadro abstracto nos conecta con nuestro yo personal y único.
Las ideas estéticas hacen más sencillo el camino hacia nuestro estado de equilibrio interior.
No me dejo de sorprender de la capacidad de muchas personas que jamas se ha planteado pintar, las que, en mis clases, consiguen ese estado de conexión consigo mismo en el se expresan con seguridad planteándose una composición abstracta y disfrutando de su descubrimiento.
Todo el que pasa por mis clases, dice haber vivido una experiencia que les ha alejado del estrés y les ha parecido un reto en su desarrollo.
Mi misión en esos momentos es tratar de que los asistentes no pierdan la concentración y sean capaces de no recurrir a pensamientos pertenecientes al hemisferio izquierdo del cerebro.
Les animo a pintar pensando en texturas, combinaciones de colores, formas geométricas, y a sentir como la pintura recorre el lienzo.
A la manera de capas como en Photoshop trabajamos visualizando e imaginando .
El resultado nos sorprende a todos. Son tres horas de taller en las que no dejan de pintar.
Cada uno de los asistentes se marcha con un cuadro y muchos de ellos repiten encantados la experiencia.
Para mí resulta también una manera increíble de conectar con gente y con ellos descubrir también nuevas posibilidades para mi pintura.
Básicamente, el objetivo es pintar algo en el que no haya figuración, es decir , que no exista la representación clara de un objeto, persona o paisaje.
Y no es fácil para todo el mundo aunque todo el mundo está capacitado para hacerlo.